Durante siglos eran pocos
los elegidos que aprendían a leer y escribir y recibían esta instrucción en su
casa a cargo de tutores. Hasta que llegó la revolución industrial y surgieron
las primeras escuelas. Hacía falta enseñar al menos los rudimentos básicos del
cálculo y la escritura a los trabajadores de las fábricas o de los mercados.
Desde entonces, y han pasado más de 200 años, el mundo se ha globalizado y los
avances técnicos son meteóricos, pero las clases se siguen impartiendo en el
mismo espacio con el mismo método que entonces: el maestro o profesor dicta una
lección y los alumnos toman apuntes y, de vez en cuando, preguntan. Así que
toca voltear el sistema de arriba abajo, desde la escuela infantil hasta la
universidad.